Nepomuceno Castilla, agente de la Unidad de Investigación de Homicidios de una Ciudad de Guadalajara alternativa, recibe un singular encargo: investigar la muerte de un famoso escritor mexicano (¿Jorge Volpi?). El encargo tiene especial importancia, no sólo por la fama del escritor muerto, y las circunstancias poco claras, sino por la cercanía de la Feria Internacional del Libro, uno de los eventos literarios más importantes del continente, y cuya reputación podría verse eclipsada con la tragedia.
Esta es la premisa que anima a «Novecientos noventa y nueve» novela de Cástulo Aceves publicada por Editorial Paraíso Perdido, y que aprovecha elementos de la novela policíaca clásica y de la metaficción para contar una historia que parodia y celebra la leyenda del escritor chileno Roberto Bolaño, sus críticos y sus fanáticos, pero que también se asoma con malicia al mundillo de los escritores.
Nepomuceno Castilla, detective y alter ego de Cástulo (divertidísimo el momento cuando ambos se encuentran, en una especie de mirror match), no es ese detective duro, aficionado al güiski barato y con debilidad por las mujeres fatales, al que nos ha acostumbrado el policíaco tradicional. Tampoco se parece a los investigadores del neopoliciaco mexicano, más pintorescos que tridimensionales. Nepomuceno es un hombre tranquilo y melancólico (mandilón, concede él mismo), agobiado porque no puede pasar más tiempo con su hija pequeña, porque tiene que lidiar con los reclamos de su casi ex esposa, y porque debe soportar a un jefe que manotea y grita a la menor provocación.
Que Novecientos noventa y nueve es una novela cuyo sabor se aprecia mejor cuando se identifican las referencias y los «cameos», es muy cierto; pero también es cierto que el lector no necesita ser un iniciado en el chisme literario para disfrutar una historia de asesinatos, poetas locos, sectas y políticos corruptos.
Novecientos noventa y nueve
Cástulo Aceves
Editorial Paraíso Perdido, 2018
131 pp
