David Valenzuela es un muchacho «algo atontado», una especie de Forrest Gump culichi que escucha una voz que lo atormenta y aconseja por igual. Una noche de baile, accidentalmente, pero en defensa propia, David Gump mata a Rogelio Castro, uno de los jóvenes narcos del pueblo. A partir de ese momento, el destino llevará a Forrest Valenzuela por una serie de aventuras que incluyen, por ejemplo, el ser fichado como pitcher por los Dodgers de Los Ángeles, o su improbable encuentro con Janis Joplin, quien le pone tal cogidón que lo deja traumado de por vida. Así inicia «El amante de Janis Joplin», novela de Élmer Mendoza publicada por Tusquets editores, y que fue la lectura de mi último viaje a Guadalajara.
De la escritura de Élmer Mendoza puedo decir poco, porque este es el primer libro suyo que leo, pero no hay duda de que se trata de uno de los escritores mexicanos vivos más influyentes. El reconocimiento que tienen sus libros en casi todas partes del mundo, en especial la saga del Zurdo Mendieta, o el peso que tiene la columna que escribe para el Universal, son hechos indiscutibles. Prueba de la popularidad de sus libros es que hoy en día es fácil encontrar varias de sus novelas (en ediciones de bolsillo) más baratas de lo que cuesta una botella chica de agua en una Feria del libro. Al menos así fue como yo me hice de cuatro títulos suyos, nuevecitos y por sólo 100 pesos.
Oportunidades aparte, «El amante de Janis Joplin», novela ganadora del XVII Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares, es una lectura amena, de escritura sencilla y coloquial. Lo que muchos señalan como un «manejo atrevido del lenguaje» no es otra cosa que el recurso de eliminar los guiones de diálogo y ensamblar dichos diálogos en un mismo párrafo, de corrido, como si fueran parte de una misma oración, cosa que sólo consiguió confundirme, en específico las partes en que la voz interior de David interrumpe los diálogos.
Dicen los que han leído y estudiado la obra de Élmer Mendoza, que «El amante de Janis Joplin» es una primera muestra del estilo que mostrará en sus siguientes novelas, en particular en Balas de plata. Tal vez por eso, porque es una novela seminal, las aventuras de David Valenzuela siguen la infalible estructura de el viaje del héroe que describe Joseph Campbell, tan efectiva y rica en posibilidades. Así, Élmer Mendoza nos cuenta una historia con guerrilleros y narcos en un México que vive los últimos años de la década de los 60’s y que, con las canciones de José José como fondo, ya muestra señales de un futuro corrupto y violento.
Todo hay que decirlo, el final se siente apresurado, flojo, como si en algún punto de la novela el autor se hubiera dado cuenta de que estaba por alcanzar un cierto máximo permitido y ya no pudiera desarrollar mejor a ciertos personajes.
Pronto escribiré aquí sobre «Balas de plata», que ya está en la lista de próximas lecturas. Que quiera leer un segundo libro de un mismo autor es una buena señal.
