«Los nuevos centuriones» es la primera novela de Joseph Wambaugh, publicada en 1971, siendo Wambaugh todavía activo de la policía de Los Angeles. Cuenta cinco años en la vida de tres jóvenes: Serge Durán, Gus Plebesly, y Roy Fehler. Cinco años que abarcan desde los últimos días en la academia, antes de su graduación, hasta los llamados disturbios de Watts, en 1965, donde grupos de afroamericanos se enfrentaron en las calles con la policía.
Compuesta por capítulos que a su vez son narraciones independientes entre sí, aunque con toda una serie de elementos en común, «Los nuevos centuriones» me parece, sin duda, el mejor ejemplo de «novela policiaca». No «criminal», ni mucho menos «negra», porque aquí lo importante no es el crimen cometido, ni los criminales, o los motivos del crimen. Aquí lo importante es el día con día de un grupo de hombres que han decidido trabajar como policías, y los detalles de ese día con día: lo largas que pueden ser las horas en una patrulla, lo incomodo que puede ser el uniforme, en especial durante el verano; el miedo al enfrentarse a un grupo de gente, a morir a manos de un delincuente armado, a la opinión pública, siempre lista para atacarles. Se trata de una mirada honesta y precisa a un oficio ingrato que por lo general se describe en tonos oscuros y sórdidos.
Tal como pasa con «¿Quién mató a Cristián Kustermann?«, donde Roberto Ampuero deja claro que lo suyo son las comidas y cocteles donde conocer gente y escuchar chisme, en «Los nuevos centuriones» se nota el expertice de Wambaugh, quien consigue no sólo un fiel retrato del oficio y del clima callejero de aquellos años, sino sobre todo una poderosa narración que lo mismo influyó a otros escritores que al cine y la televisión de su época. No es gratuito que James Ellroy diga de las novelas de Wambaugh: «me salvaron la vida», o que al año siguiente a su publicación Richard Fleischer (Conan el destructor, 1984) la llevara al cine con George C Scott y Stacy Keach en los protagónicos.
Lo cierto es que si bien Joseph Waumbagh es un agudo cronista, fiel a los hechos, y con suficiente colmillo para evitar los maniqueísmos y los sermones, la ficción no es lo suyo. Así, los momentos más bajos de la novela son cuando el autor echa mano de la imaginación para atar cabos. Esto es catastróficamente notorio en el último capítulo (que bien podría haber sobrado), donde Wambaugh reúne a sus personajes y los obliga a ser amigos y a tener un final.
«Los nuevos Centuriones» de Joseph Wambaugh
412 páginas, Random House Mondadori
Colección Verticales de bolsillo, 2007
